
Esta es mi planta de lavanda. 💜 Ha crecido 3 veces su tamaño original en los últimos meses. Recuerdo el día que me la regalaron, y también recuerdo qué cosas pasaban por mi cabeza en esos días.
Mis días se teñían de un cierto color de incertidumbre, y de lucha por conseguir objetivos que no siempre dependían de mi… Viviendo en ese estado permanente de “duda”, las emociones se me apoderaban. Y a pesar de todo ello, siempre he creído llevar un buen equipaje, llamado optimismo, pero a veces éste, no es suficiente. A veces nos inunda la desesperanza, el miedo, y el hastío.
Pasado un tiempo, pasado unos meses, algunas de mis metas se hicieron realidad, y otras no. Pero el cambio que tanto aclamaba, llegó, en forma de vendaval, y se llevó un negocio, una rutina, un sistema que había edificado durante muchos años. Y aprendí de una manera significativa, que la paciencia es un arte. Un arte que por cierto, desearía dominar. Aprendí que cómo vives la situación mientras esperas lo es Todo. Cómo es tu actitud ante la espera. Cómo te enfrentas a esa incertidumbre…y también , en quien te transformas cuando no puedes tener lo que quieres…
Cuando irremediablemente, es la vida la que te conduce a su devenir. Cuando por mucho que luches, trabajes y te agotes, no es el momento. No toca.
En este camino, hacia la meta, era indudable que la vida me estaba transformando, y que requería de mi distintos estadios… un proceso….
De la misma manera que la lavanda requiere de distintas variables: lluvia, sol, abono, poda, y cuidados para crecer y florecer.
La lavanda es , el recordatorio que todo requiere de un proceso. Es la vida tratando de poner cada cosa en su justo momento. A pesar de la incomprensión, de la lucha, del miedo, de la contradicción, del hastío, de la frustración… Todo ello son indicadores de que estoy “viva”, que soy humana y que siento. ¡Vaya si siento!
Pero la lavanda no lucha, no pone en duda, no tiene miedo, simplemente es. Simplemente está. Recibe, sin juicio. Porque ella, sabe que después de la noche más oscura, viene la luz. Y que después de la más terrible lluvia e inundación en su tierra, al día siguiente vendrá el sol que evapore toda esa agua. Y permite que lo que tenga que ocurrir, ocurra.
Pues bien, mi reflexión de hoy, viene dada e inspirada por esa pequeña plantita, que en su proceso, se convirtió en una gran preciosa planta de Lavanda: con paciencia y recepción.
«El destino no se puede cambiar; de lo contrario no sería destino. El hombre, sin embargo, sí que puede cambiar, de lo contrario ya no sería hombre».
Viktor Frankl